PEDRO
Adiós, amigo... esta es mi despedida. Mirad qué guapo era..
Con lágrimas en los ojos que no me dejan ver lo que escribo, recuerdo de él esos inmensos ojos castaños. Esa cabezota inmensa, ese pecho tan ancho, recuerdo perfectamente el calor que daba, el tacto de su áspero pelo, lo juguetón que era... Hacía mucho que no lo veía, años, excepto aquel último viaje a Madrid en que lo vería por última vez. Hace poco me dijeron que no había sufrido. Todo fue muy rápido. Me alegro por él.
Pedro era un perro inusualmente grande, de los más grandes que he visto nunca. Parecía ser un cruce de Gran Danés y algo más, no sabíamos qué más, pero qué más daba... Como era un grandullón, tenía también un corazón enorme. Es uno de los perros más buenos y pacíficos que he conocido.
Vivió conmigo algunos años, mientras compartía piso con su dueño, hasta que éste se fue a Madrid a vivir. Sin embargo, siempre consideré que yo también era su dueño, por todas las veces que lo acompañé en sus largas horas de soledad en el piso, en las excursiones, cuando lo sacaba a pasear, aunque fuera a las tantas, cuando volvíamos de trabajar...
Siempre esperando comida... en eso no cambió durante su vida, je, je.
Bueno, me consuela que allí, en el cielo de los perros estará siempre comiendo huesos enormes, como a él le gustaban... Será siempre un buen amigo.
P.D.:Le he querido hacer una especie de homenaje por mí mismo, para saber que siempre estará por aquí, ladrándome... No he querido hacerlo lacrimógeno ni nada de eso, es que simplemente me he querido desahogar ¡hala!
P.D.:Le he querido hacer una especie de homenaje por mí mismo, para saber que siempre estará por aquí, ladrándome... No he querido hacerlo lacrimógeno ni nada de eso, es que simplemente me he querido desahogar ¡hala!
Bonito detalle acordarnos de ellos cuando nos dejan, es indiscutible que nos entienden mejor que nosotros a ellos, incluso que a nosotros mismos.
ResponderEliminarSaludos
Sí que es verdad, que nos entienden mejor a nosotros que nosotros a ellos, o a nosotros mismos.
ResponderEliminarUn saludo, Juan.
Hola Joselez, bueno... a todos nos llega nuestra hora, lo que ocurre que cuando nos toca de cerca se siente más.
ResponderEliminarLa muerte de un perro, siempre es un hecho triste, porque nos deja un gran vacio por el cariño que siempre nos dan y la compañia que hacen y sin pedir nada a cambio.
Un abrazo
el lio de Abi
Tienes mucha razón en todo lo que dices, abi.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que bonita despedida!
ResponderEliminarCuantos sentimientos se pueden llegar a tener por un animal.
Besos
Se le ve muy buena persona. Comprendo que le tomaras ese cariño.
ResponderEliminarSaludos, Joselez.
Gracias, Mª Angeles y Jose. Esos sentimientos pueden ser muy profundos, es verdad, sobre todo gratitud, cuando están siempre alegres cuando te ven, porque no piden (casi) nada a cambio... en fin, los que tenemos perro ya sabemos todo lo que nos proporcionan.
ResponderEliminarBesos
Sí que era buena persona. Se lo merecía.
ResponderEliminarSaludos, Javier.
Qué guapo es! Y digo es, porque me apetece. Porque yo pienso que nuestros seres/animales queridos nunca nos abandonan del todo. Siempre están presentes en nuestra cabeza, a nuestro alrededor, en nuestras fotos, en nuestro blog...;)
ResponderEliminarSe los quiere como si fueran de la familia. Un besazo para tí y para Pedro allá donde esté.
Yo buscaba otras cosas cuando el azar y el tío Google me han traído a este blog. Bendito azar. Porque, después de leer esta magnífica nota de despedida varias veces estoy completamente seguro: este perrazo es el mismo que a mí y a muchos más se nos ha ido hace unas semanas. Y si no lo fuera, el amigo Joselez ha retratado, mucho mejor que cualquiera de las necrológicas que he leído, el alma de este compañero y amigo de muchos. ¿Almas gemelas?, ¿el mismo perro? Qué más da.
ResponderEliminarEra un perro estupendo. Tuve la inmensa fortuna, siendo yo mismo no ya un cachorro, pero sí un chucho joven, y muy muy atolondrado, de trabar amistad con él. Y su calor perruno (ese calor tan peculiar y tan intransferible que me ha hecho estar tan seguro de que el perro de Joselez y mi perro son el mismo perro) fue el estímulo que en aquel momento necesitaba para aprender a ser un poco/mucho más decente, o menos indecente.
Era el perro más bueno y generoso de la creación y no podré olvidar nunca su manera de acomodarse y ladear la cabezota para escuchar mejor, para comprender mejor. A nadie he visto escuchar, incluso escuchar sandeces, con tan santa paciencia, con tanto amor. Él era, sobre todas las cosas, amor.
Era un perro respetado unánimemente, y además un perro plural, que podía entenderse a las mil maravillas, aparte con la gente o la gentuza del entorno laboral que escogió, con la gente y los perros que veían este mundo desde más o menos su misma perspectiva, con perros y seres humanos de otros ámbitos, incluso ámbitos bizarros.
Era un perro extraordinariamente trabajador y admirado por su seriedad y sensatez, sí, pero también un perro con una vena canalla y noctámbula absolutamente encantadora. Así que, si su perruna curiosidad le llevaba alguna vez a buscar garitos en los que la clientela predominente eran perros muy macarras y perras muy malvadas, él salía de allí tan moralmente sano como había entrado, igual de limpio, pero con dos o tres amigos más (no podía dejar de hacer amigos por todas parte, ¡qué perro este!).
Si nuestro perro, como sigo creyendo, es el mismo perro, puedo asegurarle a Joselez que, en efecto, no sufrió apenas, que todo fue muy rápido. Aunque eso no mitigue las ganas de llorar, o de abrir una ventana, como la de este blog, y soltar un prolongado aullido de homenaje y de dolor. Porque el mundo, por lo menos mi mundo, va a ser menos habitable sabiendo que ya no está en él este perro tan querido.
Claro que es muy guapo! Yo también sé que está por ahí, mirándome con esos ojazos.
ResponderEliminarSí, es verdad. Se les quiere mucho, y llegan a ser tu familia. Un besazo y gracias, guapetona;)
Anónimo, me has dejado alucinado, no sé si te conozco, si conocías a Pedro... si quieres, más abajo está mi e-mail.
ResponderEliminarGracias por ese comentario tan sentido, se ve que era el mismo perro... aunque me ha despistado lo de los garitos...¿no estarías hablando del dueño?
En fin, bienvenido y... sí, ladeaba la cabeza cuando le contabas cosas. Un saludo.
Cosas del tío Google, Joselez, cosas del tío Google, que te puede llevar, a veces, al sitio exacto, en el momento oportuno, sin que te lo propongas. Puede que tu perro y el mío no sean el mismo perro. A lo mejor resulta que uno de ellos era bípedo y el otro se desplazaba a cuatro patas.
ResponderEliminarHombre, si a ti te ha hecho dudar de la identidad común de ambos la afición de mi perro por perderse algunas noches en garitos poco recomendables, siendo al mismo tiempo un perro tan cívico, ordenado y tranquilo, yo le he reconocido en casi todo. El casi tengo que ponerlo en que, por mucho que algún malintencionado pudiera decir lo contrario, mi perro nunca tuvo dueño. Nunca. Dueña sí tuvo, y la adoraba, y era con ella y con los cachorros de ambos, cuando llegaron (y mientras fueron cachorros) con quien vivió más tiempo y fue más feliz.
Pero ya te dije ayer que no tenía importancia que tu Pedro y mi perro pufieran no ser el mismo. Aunque ambos fueran grandones, robustos, guapos (a su manera), de carácter dulce, inteligentísimos, amantes de la buena mesa, simpáticos, extrovertidos, curiosos, juguetones y de corazón inabarcable. Y por eso los hemos llorado tanto. Un fuerte abrazo.
Las despedidas no son fáciles, nunca.
ResponderEliminarUn abrazo.
siempre permanecerá en nuestras mentes, corazones, y en el recuerdo diario... en cada jardín, en cada viaje... es imposible olvidar a un ser que tenía su propia personalidad, carácter! y tanto cariño que nos brindó... me dolió muchísimo dejarle en la clínica... y me sigue doliendo su partida.
ResponderEliminarUn abrazo Jose!